En esta obra busco representar el impulso humano de avanzar, de seguir navegando incluso cuando el horizonte parece incierto. El barco, inclinado y valiente, simboliza ese espíritu que me impulsa a crear: la necesidad de explorar territorios desconocidos, tanto externos como interiores. Siento que en su forma y movimiento se refleja mi propio deseo de descubrimiento, esa fuerza que me lleva a seguir aun cuando el rumbo no está del todo claro.
El mar, con sus verdes profundos y espumas violentas, encarna la energía vital que todo lo agita y transforma. Entre los azules turbulentos, los trazos libres de color expresan el caos hermoso de la búsqueda, mientras el faro al fondo mantiene encendida la esperanza, esa luz distante que guía y a la vez se desvanece. Pintar esta pieza fue como navegar en plena tempestad: permití que la materia y el gesto condujeran la embarcación del color, dejándome llevar por la emoción del momento.
Cada salpicadura marcó un instante de decisión, un soplo de viento emocional. Me gusta pensar que este barco no solo surca el mar, sino también los sueños y las memorias colectivas de quienes alguna vez miraron el horizonte con deseo de conquista. En el fondo, todos navegamos hacia nuestros propios paraísos lejanos, impulsados por la misma necesidad de avanzar, de seguir buscando aquello que nos hace sentir vivos.